El espacio de las micro-historias

y seguido en "Spoiler" para no ocupar demasiado en el foro el escrito en si.

Los atacantes parecían fuertes y robustos pero mi instinto me decía que no les iba a resultar fácil atracar a aquel anciano, por extraño que parezca ese viejo se veia ágil y vital; el anciano llevaba un vestido de telas viejas y grises, una bolsa con imagino que comida y dinero y una vara retorcida con muchos nudos; aunque no llevaba tapada la cara el sombrero de paja le hacía sombra en el rostro, lo único que vislumbre fue una sonrisa antes de ser él el que empezara el ataque y no los delincuentes. Tres zancadas dio con sus chanclas ajadas antes de noquear con aquel bastón a uno de los maleantes a otro lo empujó cayendo de espaldas pero el tercero que parecía ser el líder y el mas fuerte agarró el bastón y dos puñetazos en la cara redujeron al anciano, el atracador con los aires crecidos se dispuso a rematarlo con la vara del abuelo pero una especie de explosión se originó entre ambos hombres haciéndolos retroceder.

En ese instante no pensé que eso fuese magia sino algún artefacto explosivo, pero el líder, enfadado, dibujó en el aire unos círculos y lanzó de sus manos una bola gigante de fuego al abuelo exhausto, puso las manos delante suyo, para protegerse pensé yo, pero nada más lejos, el viejo absorbió la bola, de nuevo sentí esa frescura que noté antes de empezar la pelea, y el anciano interrumpió mis pensamientos diciendo en voz alta:
- Joven, fuerte, habilidoso en la lucha y en la magia, pero no es lo que busco; Sepas que el no manipular bien tu poder mágico te va a costar la vida, observa como de grande puede ser una bola de fuego con todo el poder que usaste tu
Una bola de fuego de proporciones inmensas salió de sus manos que al contrario que el atracador no dibujaron nada en el aire, la bola calcinó al sorprendido chico y a sus dos compinches dándoles una rápida muerte; no solo ellos resultaron heridos muchos de los arboles de alrededor se quemaron pero extrañamente las flamas dejaron de arder de inmediato.

Aun escondida, sorprendida y he de admitir que algo asustada, sentí un escalofrío y aparté la vista de los cadáveres calcinados volviendo al anciano, y éste, me miraba fijamente aun estando camuflada, parpadeé y desapareció; hasta ese momento no me había dado cuenta que el viento se había parado durante todo el combate, cuando volvió el aire me pareció escuchar: “Tu eres lo que busco”